Los caballos negros
Las
taciturnas luciérnagas de la calle
penetran la
trasnochada llovizna de hilo
hunden en
su húmedo útero de niebla
su excitado
y único ojo de vidrio.
Cierro mi
ventana despacio y sigiloso
para no
violar su rito de intimidad
la cama, resignada,
recibe mi puñado de huesos
sabe que
quiero dormir sin despertar.
Aprieto mis
oídos con la almohada
en un vano
intento por no escuchar
los
relinchos de los caballos negros
presos por
años en mi mente de cristal.
Los muertos
de Septiembre, cada noche,
los montan
por la eternidad.
Soldado
niño desconcertado
vuelvo en
mis sueños a aquella edad
disparando
contra mi propia alma
cumpliendo
la consigna: Morir o matar.
Cuántos
como yo en sueños gritan!
cuántos
cadáveres nos vienen a despertar!
somos víctimas
cumpliendo cadena maldita
prisioneros
en nuestra triste realidad.
Los
caballos negros nos interrogan
no
escapamos de su duro mirar
nos
preguntan por sus jinetes
y no
sabemos que contestar.
El vino no
tiene la culpa
de mis
fantasmas de Septiembre
son mi
soledad y mi conciencia indelebles
las que
hacen que mis letras tiemblen.
Los
caballos negros y sus jinetes
nunca,
nunca, nunca descansarán!
Luis Jara, 11 de Septiembre 2013
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